En la pasada publicación hablábamos del humo de los incendios y su comportamiento en lo referente al oxígeno. En esta nueva publicación queremos ahondar un poco más en este tema para ayudara a entender mejor el comportamiento del fuego y cómo éste puede afectar a nuestra salud.
Como hemos podido ver, las llamas no van a ser el único peligro al que nos vamos a encontrar en caso de incendio. Es por ello, que a la hora de evaluar la situación y determinar si podemos tratar de sofocar el incendio, no solo deberemos medir las llamas, sino también la cantidad de humo.
Es importante que entendamos que al reducir la cantidad de oxígeno nuestra fuerza y nuestra lucidez se van reduciendo. Teniendo en cuenta que, en situaciones normales encontramos un 21% de oxígeno en el aire, a medida que esta cantidad se reduzca más fatigados y descoordinados nos sentiremos. De este modo lo primero que sentiremos sumado a este cansancio serán nauseas que podrán derivar en pérdida de conciencia y por último en parada cardiorespiratoria.
Por otro lado, el calor también nos puede afectar aumentando nuestra fatiga y dificultad para respirar.